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Wednesday, August 08, 2007

Destinos


Y ahí me encontraba, solo, sentado en la orilla de la nada, mis pies, descalzos sentían el vaivén de las olas, aquella mística danza eterna, mis manos se llenaban de arena tan densa como mis sueños y mis ojos se deleitaban viendo aquella poesía que emanaba de la unión cielo-mar.

Sin pensarlo, como impulso natural, tomé el cuaderno y lápiz que había traído conmigo, y comencé a plasmar en aquellas hojas, la imagen que enfrente de mi se creaba, era una paz increíble, como nunca hubiera podido creer que existiera, después de tanto presión y la vida agitada de la ciudad, uno se pierde y se olvida que al final y en cuenta somos parte del milagro que cada día se renueva en la luz del nuevo día.

Un viejo amigo tenía un folleto en donde anunciaban el alquiler de un yate a precio razonable y aunque la playa quedaba a tan solo 1 hora y media de la ciudad, hacía ya mucho tiempo que no lograba encontrar tiempo para mi, tiempo para perderme y dejar de pensar en problemas y es que a veces el trabajo llega a ser agobiante, y aunque en verdad me apasiona lo que hago, es esa pasión la que me hace exigirme siempre hasta los limites posibles.

Así fue que un fin de semana, decidí alquilar el yate y me dirigí a la pequeña isla situada a unos pocos kilómetros de la costa, en verdad no soy un dibujante destacado pero de una extraña manera aquella actividad me relajaba, era casi un sueño aquella vista, el silencio era casi ensordecedor.

Cerré los ojos y me acosté en la arena, de pronto, un sonido extraño comenzó a escucharse, el sonido comenzó a acrecentarse cada vez mas rápido, eran como una especie de motor, de inmediato percibí un avión de tamaño mediano planeando peligrosamente cerca del mar y sin mas, en un giro que la nave realizó, talvez en un intento del piloto de estabilizarlo, se precipitó al mar con una fuerza descomunal, el ala izquierda fue la primera que entró en contacto el agua la cual en ese instante se desprendió destrozándose por completo, la nave realizó un giro 180º grados paralela al mar destruyendo de inmediato la cabina de mando, en segundos una explosión acaba con el resto de la aeronave.

Aquello era horrible, el humo proveniente del fuego eclipsaban al sol, corriendo con todas mis fuerzas me dirigí a la radio del yate para pedir ayuda, el desastre fácilmente pudo ser visto desde la costa de de la ciudad, prendí el yate y con una fe ingenua navegué hacia el lugar del desastre, pensando encontrar a algún sobreviviente de aquella infernal destrucción, el agua estaba llena de fierros retorcidos y de cuerpos inertes, gritaba con todas mis fuerzas pero no encontraba respuesta alguna.

Agaché mi cabeza para llorar, fue en ese momento que escuché una tos a lo lejos, con el yate me dirigí hacia donde creía que había provenido aquel sonido, un cuerpo se movió, paré el bote, me lance hacia el mar, nade entre los escombros hacia aquel cuerpo de esperanza, era una mujer, la sangre le cubría la mitad de su cara, la tome entre mis brazos, nadé hacia el yate y como pude la subí a el, la acosté, corría hacia el radio para avisar sobre la persona que hace instantes había encontrado con vida, regrese con ella, la mujer tenía rota la pierna, parte del fémur podía observarse con facilidad, una prominente cortada en su frente no dejaba de escurrir sangre.

Tome una toalla y se la puse en la herida, ella la tomó con cuidado apretándose la frente, intente buscar a más sobreviviente pero sin éxito, volví a llamar por ayuda con la radio, me aseguraban que ya venían en camino.
Regresé con la mujer, tomé la toalla llena de sangre, la hemorragia había parado, con voz suave intentando no lastimar sus oídos le dije que la ayuda ya venia en camino. –no se preocupe, estará bien, aquí estoy yo- le dije procurando darle seguridad, le limpié la cara y pude ver sus ojos claros, aquellos que me veían como si fuera lo ultimó que harían, no tuve palabras para aquel momento.

Una sombra nos cubrió, mire hacia arriba, era un helicóptero que del cual colgaba una camilla, con cuidado la subí a ella intentando no mover mucho su pierna, la sujete a la camilla y les señale a los pilotos que estaba ya estaba segura. En ese momento la subieron al helicóptero y se fueron, y ahí me quede, hasta que se me perdió de vista.

3 años han pasado de ese momento y todavía puedo oler el combustible quemándose.

Ahora me dirijo Monterrey, para un nuevo comienzo, llevo conmigo una computara y algunos libros, el viaje le ha sido algo cansado, el camino era recto así que intente cambiar de estación al estéreo.

Sin previo aviso un camión zigzagueando rosa el auto, en ese momento las llantas del trailer explotan, el camión invade carril, doble a la derecha saliéndome de la carretera, impidiendo un choque directo, quedándome atascado entre los arbustos, un tercer auto logra frenar sin salirse del camino.

El conductor el camión había resultado ileso, inmediatamente se bajó del trailer para observar el desastre, se dirige a mi auto, también lo hace una persona del tercer automóvil implicado, los dos intentan hablarme, no podía escuchar, el golpe de la bolsa de aire me había dejado desorientado, el hombre del camión intenta abrir la puerta de mi lado sin éxito alguno, corriendo se va al lado del pasajero para hacer lo mismo, volteé a mi lado izquierdo y la mire, era los ojos que hacia tan solo uno años observe, nuestras miradas eran diferentes que entonces y el tiempo pareció parase y dentro de todo aquel dolor y fierros retorcidos, lo último que escuche fue su voz, -estarás bien, aquí estoy yo-.


Pedro Figueroa Robles

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